sábado, 28 de febrero de 2004

La otra lista Forbes.

La revista Forbes ha emitido su última clasificación de los hombre más ricos del mundo. La cúspide no ofrece demasiadas variaciones: Bill Gates sigue siendo el hombre más acaudalado del planeta, con 46.600 millones de dólares. El español más rico sigue siendo Amancio Ortega, con una fortuna estimada por la revista en 9.200 millones de dólares. La entrada más notable es la de J. K. Rowling, autora de la saga de Harry Potter, que le ha reportado 1.000 millones. Pero aparte de las 587 personas que tienen más de esa cantidad, existe otra lista Forbes de dirigentes políticos ricos en la que aparecen Yaser Arafat, que según Forbes tiene 200 millones de dólares, y Fidel Castro, que amasa un dineral de 150 millones de dólares, gracias a la venta de la marca de ron Havan Club a la compañía francesa Pernod Ricard.

La lista de Forbes sería curiosa si no produjera cierta repugnancia. No porque la riqueza en sí misma sea rechazable: entre los 587 nombres de personas que poseen más de mil millones de dólares, se encuentran muchas fortunas bien habidas y que hasta pueden enorgullecernos vicariamente, como la de Amancio Ortega -una prueba del desarrollo español- o la de J. K. Rowling -que ha hecho felices a millones de niños y no tan niños-. El problema empieza en otro nivel: en los 25.000 millones de dólares del rey Fahd de Arabia Saudí, al frente de un país enormemente rico y un pueblo enormemente pobre, en dinero y en libertades; en el subgrupo de los ricos en prisión, como los magnates rusos del petróleo que deben su éxito a la profunda corrupción del régimen soviético al que heredaron oportunamente; en los que no figuran en la lista porque tienen sus dineros a nombre de testaferros o repartidos en cuentas numeradas de familiares, como es el caso de algún ex presidente de Hispanoamérica, cuestionado por la justicia pero aún en libertad y en pleno disfrute de euros ajenos; en el recuadro en que la revista estadounidense sitúa a personajes como Fidel Castro o Yaser Arafat, atribuyéndole 150 millones de dólares al primero y 200 al segundo. Ese recuadro sugiere que Forbes no puede dejar de mencionarlos en su nómina, porque merecerían estar en ella, y que no posee los datos comprobables imprescindibles para incluirlos. Esto, poco después del escándalo de desvíos de fondos de ayuda a Palestina a una cuenta de la esposa de Arafat en Francia (9 millones de euros) y en pleno conflicto del país con su propia gente por el régimen de pago de sus fuerzas de seguridad. En cuanto a Castro, se mencionan sus ingresos anuales por la exportación de ron, pero nada se puede decir de su papel en el narcotráfico o en el lavado de dinero terrorista.

Más información en el informe especial de Forbes, The World's Richest People.